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Educar no es Domar: Consejos de adiestramiento canino

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11 Oct

Educar no es Domar: Consejos de adiestramiento canino

Al tratar la educación canina, generalmente se abordan temas como la estructura social del perro y el aprendizaje de la jerarquía, pero apenas se menciona la influencia que ejerce sobre el animal el carácter del propietario y su disposición a abordar los retos de la educación.

La relación propietario-perro se sustenta en mutuas correspondencias. El grado de tolerancia o intransigencia con el cachorro condicionará el comportamiento adulto del perro.

No existe el propietario neutro, la actitud mental que adoptes ante los retos que el cachorro te presenta, tu compromiso en su educación y tu conocimiento de las pautas de conducta canina son los determinantes que marcan, cuando el animal crece, que la relación sea positiva y enriquecedora para ambos o traumática para uno de los dos.

Los propietarios raramente asumen su parte de responsabilidad en los fracasos que el perro experimenta en su integración social y familiar, cuando su influencia mediante la educación es tanto o más importante que la carga genética que recibió el animal, por eso resultan improcedentes catalogaciones como las de «razas potencialmente peligrosas». Hace tiempo que sabemos que nuestro compromiso en el reto de la educación de los otros (hijos o mascotas) es primordial en su resultado.

Tratos extremos

Un trato muy estricto o demasiado tolerante pueden ser igual de equivocados. La actitud general que el propietario adopta ante la vida, su grado de tolerancia y el modo en que se relaciona con su perro, ya sea de dominación o de compañerismo, es indicativo del modelo de educación que adoptará para la mascota.

El tipo de trato que recibe el perro es análogo al que da el cabeza de familia al resto de la misma. Un padre estricto, impone disciplina a todos los miembros de su casa, su comportamiento será severo por igual con los hijos y el perro, establece normas que deben cumplirse e impone su autoridad cuando cree que se incumplen o no se respetan los valores que trata de inculcar a los suyos. Este tipo de propietario suele preferir técnicas de adiestramiento canino tradicionales y puede cometer el error de someter a su perro a una disciplina coercitiva, abusando de estímulos negativos (castigo). Por el contrario, un padre que adopta un control familiar democrático y liberal admite una relación más relajada, y generalmente imbuido de actitudes paternales o maternales, asume el papel de «papá» o «mamá» de la mascota, lo que en ocasiones le hace ser demasiado permisivo, de lo que sin duda el perro, un ser especialmente oportunista, sabrá sacar buen partido.

El perro de la primera familia vivirá atemorizado, sumiso, temeroso del castigo sin comprender qué es lo que lo ha generado. El perro de la segunda familia puede convertirse en un animal incontrolable, con episodios de ansiedad, hipocondría o destructividad.

En ambos casos la problemática se habría evitado si el propietario hubiese tenido los conocimientos correctos sobre educación canina. Educar no es domar, tampoco consentir, es compartir vivencias aleccionadoras.

Educar es implantar parámetros de conducta amplios, no imponer estrechos márgenes de respuesta a nuestras órdenes, un perro educado no es un perro atemorizado.

El gran padre

Una importante cantidad de propietarios tratan a sus perros como si fueran niños pequeños. En su modo de dirigirse al animal utilizan un lenguaje parecido al que se emplea para hablar con un bebé y se acompañan de un lenguaje corporal que incluye caricias en la cabeza o palmaditas en lomo; gesto que tiene su parecido con el pellizco en la mejilla que el adulto da a un niño. Al hablar así con su perro, el propietario no espera que entienda sus pensamientos abstractos, pero utiliza al animal como confidente, por lo que no puede negarse que le está otorgando un papel característicamente humano. Sin duda, este es el primer signo de que nos encontramos frente a un propietario tolerante, un gran padre que además de asumir la responsabilidad sobre la tenencia del perro, está a un paso de ser demasiado permisivo con el animal.

La tolerancia debe tener un límite, pues en caso contrario el perro, por su propia estructura psicológica de animal social, asumirá el control de la relación. Es así como surge el perro que no se deja controlar. En los últimos años se ha incrementado el número de casos que relatan comportamientos de perros que se han hecho con el control de la familia, animales que adoptan posturas obsesivas, ladran sin cesar, destrozan su entorno, se comportan agresivamente y fingen las enfermedades más locas con la finalidad de llamar la atención y recibir a cambio un trato preferente.

El macho alfa

Como un líder de la manada se sienten aquellos propietarios que creyeron lo del «macho alfa», que establecen una disciplina prusiana para su perro y actúan con extrema severidad cuando el animal la incumple. Pero ocurre que algunos animales son psicológicamente más débiles que otros, razas como el rottweiler o los spaniels poseen una sensibilidad emocional muy distinta y consecuentemente su respuesta al estrés que genera la educación es muy diferente. Un régimen disciplinario inadecuado puede convertir a un perro en un ser neurótico.

En los últimos años ha surgido en Europa y Estados Unidos una corriente neoautoritaria en la educación canina, cuyo principal exponente ha sido Cesar Millán desde su programa «El encantador de perros». Hay una frase de Millán que expresa su percepción de nuestra relación con los perros: «Estamos en una situación extrema y poco saludable, en la que a los animales se les considera nuestros compañeros y nuestros socios en todas las esferas de la vida». Al parecer Millán estima que los problemas aparecen cuando la gente confiere a sus mascotas el papel de amigos. Ante este estado de cosas propone revisar los presupuestos de nuestra relación con los perros, que considera poco saludable, y devolverlos al mudo de los animales para resolver los problemas. Desde luego el perro que vivía en el corral poco afectaba a la vida familiar, pero hoy se mantiene una estrecha relación emocional con las mascotas. Millán olvida que en la última década se ha producido un cambio profundo en el modo en que las sociedades más cultas y avanzadas entienden la relación con los animales, y en especial con los perros, propugnando un trato ético y humanitario, que ha concitado la aparición de un potente activismo por los derechos de los animales.

La posición correcta

Los adiestradores que entienden el aprendizaje como respuesta a estímulos positivos constituyen el modo correcto de abordar el nuevo tipo de relaciones que ha surgido con los perros. Opinan que al perro le encanta aprender y participar en las actividades grupales de la familia, debiendo asumir el propietario el papel de maestro capaz de transmitir entusiasmo hacia el aprendizaje y no el papel de domador. No es una batalla nueva en la educación. Un enfrentamiento similar se produjo décadas atrás en la metodología sobre la educación de los hijos (el perro ha venido a ocupar un papel similar al del niño en la familia occidental). De un lado la teoría del pediatra norteamericano Benjamín Spock, el pedagogo  que tal vez más ha influido en la educación de los hijos, su método educativo fundado en el rechazo de los castigos revolucionó su tiempo. Enfrente los partidarios de una educación disciplinaria, como el reverendo Norman Vincent Peale, que auguraba una sociedad de jóvenes delincuentes.

Para que nuestro perro nos tenga en el alto concepto que todo perro debe tener a su amo, hemos de ser merecedores de esa estima.

Por suerte la historia demostró que el primero tenía razón y las nuevas generaciones fueron más responsables que sus mayores.

El futuro

El neoautoritarismo en la educación canina es el método de aquellos que ignoran los grandes avances experimentados en las técnicas de educación animal. Por suerte miles de propietarios consideran a su perro compañero y amigo, no admitiendo métodos educativos que en ocasiones rozan la brutalidad. No aceptan el castigo como método de enseñanza para el supuesto rebelde, y menos algunos tipos de castigo que suponen una verdadera humillación para el perro. Prefieren métodos fundados en la psicología animal y la etología, donde el premio sea la norma. El adiestramiento en positivo es una de las mejores medicinas para conseguir que el perro se comporte correctamente sin tener que recurrir constantemente a imposiciones y castigos. Estoy convencido de que la motivación es mucho más productiva que la intimidación. Si el perro es el mejor amigo del hombre, ¿por qué hemos de dominar a nuestro mejor amigo?.

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Sergio Prueba
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